miércoles, 14 de septiembre de 2016

Kubo


"No todo lo que es oro reluce,
ni toda la gente errante anda perdida."
Bilbo Bolsón

Comienzo así esta entrada con el reto de las tres citas (cortesía de Mery - Los leotardos verdes). He elegido ésta, como no podía ser de otra manera, porque la llevo tatuada en élfico (así, como seña de identidad friki). Es un fragmento de una canción de La comunidad del anillo que en su día tuvo bastante importancia para mí, y sigo creyendo que es una reflexión importantísima en la vida: siempre hay que estar abierto a la posibilidad de que nuestros prejuicios o primeras impresiones estén equivocadas. Y terminado este inciso, voy con la película de este fin de semana. 




Kubo es un niño ciego de un ojo que vive en una pequeña aldea japonesa. Puede hacer cosas maravillosas con sólo rasgar las cuerdas de su shamisen, como convertir trozos de papel en figuras de origami y darles vida para contar fantásticas historias que ha aprendido de su madre. Pero la tranquilidad durará poco, pues tendré que aventurarse hacia lo desconocido para hacerse con la armadura mágica y salvarse así de la oscuridad que lo persigue. 


Apenas tengo tiempo y seré breve con esta entrada. Además, puedo resumir bastante bien mis sensaciones con esta película: increíble. 

Laika es un pequeño estudio de animación centrado en el stop-motion que, según tengo entendido, roza la miseria económica (no es que haya indagado mucho y puedo estar equivocada). Su nombre no es para nada familiar, lo cual no es de extrañar por lo desconocidos que son sus trabajos: Los mundos de Coraline, Paranorman (fielmente traducido como El alucinante mundo de Norman) y The boxtrolls. TODAS (insisto, todas las que han hecho) han sido nominadas a Los Oscar y sinfín de premios cinematográficos. Tengo el honor de haber visto las tres, y sumando a Kubo puedo decir que ya he completado su reducido catálogo de largometrajes (y espero que con Kubo no se rompa la tradición del reconocimiento técnico). No me ha decepcionado ninguna; es más, me parece que no se ha reconocido entre el público general la valía de estos estudios. Fue lamentable estar sentada este domingo en una sala de 18 filas y con sólo veinte personas viendo una película tan maravillosa, un fin de semana, dos semanas tras su estreno. Lamentable. 

Pero no he venido a hablar de Laika, sino de su pequeño hijo. Kubo es una película que probablemente no deje indiferente a nadie. Puede complacer en cualquiera de sus aspectos, pues es un trabajo redondo. Con unas ideas atípicas, como la del control del origami a través de un instrumento de cuerda o que el protagonista sea un niño ciego de un ojo. La estética es gloriosa, un regalo a la vista fotograma tras fotograma. No espero menos del stop-motion, en el que los movimientos y la expresividad de los personajes pueden potenciar la belleza de la película de una manera muy visual y tierna. En Kubo, además, se puede disfrutar del convincente resultado de la unión del stop-motion con la CGI.

Disfrutad del making of aquí o aquí.

No se queda ahí. Además de estar - a nivel técnico y de diseño - muy lograda, Dario Marianelli se supera con esa banda sonora. Puede que sea por lo atraída que me siento hacia el mundo oriental en general y el japonés en particular, o porque sabe compenetrarse a la perfección con ese sentimiento entrañable que desprende la película. Kubo y las dos cuerdas mágicas es un pozo de sensaciones y necesitaba una composición a su altura. 

Lo cierto es que me arriesgaría a decir que quizás esta película no sea apta para cierta franja de edad, por esas sensaciones de las que hablo. Al menos, para los más protectores con los pequeños. Porque en Kubo se explora la muerte y las maneras de enfrentarse a ella. Al igual que me sucedió con Los mundos de Coraline, esta película me dejó con una sensación de desamparo terrible. Como si las circunstancias de Kubo me expusieran a una situación sobre la que prefiero no indagar habitualmente. La fortaleza que logramos a través de la pérdida de los seres queridos y la superación personal, temas muy delicados y difíciles de manejar en el mundo del cine. Travis Knight lo consigue de una manera... magistral. Con mucho tiento, pero sin sutilezas. Franco, crudo y directo. 



No tengo ni una sola palabra negativa para esta película. Los más puristas dirán que el guión podría mejorarse y no ser tan simple, pero creo que precisamente ahí radica la belleza de esta película: que con una historia sin artificios logran transmitir más que cualquier otra. Y ese final. Maravilloso e insuperable. Me atrevería a decir que merecería la pena verla sólo por esos cinco últimos minutos - si no es por disfrutar de lo increíble que puede llegar a ser un trozo de papel en la gran pantalla.

Poco más puedo añadir. Creo que estoy tan saturada de emociones que me resulta difícil reflejarlas por escrito. Una película hermosísima, con unos personajes entrañables que nos conducen a través de una historia para el recuerdo. La familia, la tercera edad, la pérdida, la soledad, la confianza, la superación. ¡Todo! Comprimido en apenas cien minutos, como un precioso regalo esperando para ser descubierto. Ojalá pudiera recomendar esta película a todo ser viviente, pues pocas veces me ha dado tanta pena ver una sala de cine tan vacía. 


  • NOTA: 9/10
  • Ficha en FA.
  • Ficha en IMDb.

2 comentarios:

  1. Yo creo que es perfectamente apta para niños pequeños; la muerte es un tema que les preocupa e interesa, y esta película la trata de una forma muy bonita y positiva.
    Es preciosa, y además me pareció todo un homenaje a la cultura japonesa.

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    1. Al salir del cine tuvimos una discusión mis amigos y yo que dio para un buen rato. La conclusión a la que llegamos fue que depende muchísimo del niño y de la situación familiar que tenga (como con todo en esta vida). Yo desde luego creo que no hay que esconder la muerte a los niños, y que la película sabe cómo darle un giro redondo al final a este tema (:

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